El chingón de chingones. Era eso, “El chingón de chingones”, lo que el maestro Rafael Zepeda (pintor, grabador, litógrafo) había escogido para su epitafio.
“Fue una persona que se caracterizó por ser muy humilde, como artista y como persona, pero él sí aceptaba quién era, él quería que escribieran eso: el chingón de chingones”, recuerda la señora Socorro Arellano, viuda de Zepeda.
A casi dos años del deceso del maestro Rafael Zepeda, su legado se ha perdido, o por lo menos olvidado.
El matrimonio llegó a la ciudad de Aguascalientes en 1999, “en primer lugar porque yo nací aquí, y por la situación de mucha violencia, pues no queríamos esa situación para nuestros hijos”, comenta la señora.Socorro.
“La intención de venir para Aguascalientes era también formar un centro de investigación de gráfica, donde se dieran a conocer todas las técnicas que hay dentro de la gráfica y sobre todo la litografía. Lo planeó, lo platicó con el maestro Octavio Bajonero, y se habló con el gobernador Felipe González. Le pareció interesante el proyecto, y sobre todo se tuvo la oportunidad de conseguir todo un taller de gráfica, que realmente fue regalado, solamente se pagó una cantidad simbólica”. Fue así como el 13 de septiembre de 2000 se inició el Centro de Investigación y Experimentación Gráfica El Obraje.
Recuerda la viuda del maestro Zepeda que en la inauguración estaba José Luis Cuevas, y que fue en septiembre, cerca del Día de la Independencia, pues cocinó comida mexicana.
En un principio el maestro Zepeda trajo consigo a dos de sus alumnos de la Escuela Nacional de Pintura, Escultura y Grabado “La Esmeralda”, para que le apoyaran como impresores, pero a los dos o tres meses se fueron. “El maestro, al saber que ellos tenían la inquietud de regresar a la Ciudad de México, decidió capacitarme, enseñarme parte de lo que es el oficio”, comenta Mario Frausto Rodríguez, quien imprimió la mayoría de los trabajos del maestro Zepeda en Aguascalientes.
La última pieza de Zepeda fue “El anhelo del alma”, que no fue impresa por Frausto sino por el actual director del Museo de Arte Contemporáneo número 8, Carlos Castañeda. “La gente que hace lo que quiere es feliz, y más los grabadores”, dice Castañeda entre risas. Recuerda feliz a Zepeda cuando trabajaba. “La única vez que fue al taller fue cuando firmó la edición, yo tenía que estar yendo a su casa constantemente para que revisara las pruebas”.
En mi búsqueda por conocer más piezas del maestro Rafael Zepeda llego al Museo Escárcega, donde inicio mi recorrido junto con mi guía, la directora de este museo. Al pasar a la segunda sala observo un piano de cola y sillas plegables, pues ha servido como sala de conciertos además de ser el espacio en donde se exhibe el trabajo del maestro Zepeda, y quedo asombrado al encontrar entre estas (principalmente) pinturas de gran formato lo que fue el último trabajo realizado por el maestro, un autorretrato de un Zepeda enfermo y cansado, pero con la calidad que el maestro ponía a cada obra.
Seguimos el recorrido y llegamos a la sala en la que se exhibe a Octavio Bajonero. Recibo una llamada, me distraigo un momento, y me siento perdido pues ya no está mi guía. Sólo veo unas escaleras que conducen a un piso superior y otras hacia uno inferior y a la sala de Zepeda. Me muevo inútilmente, como perro en avenida, hasta que llega de nuevo mi guía para continuar con el recorrido.
Pasamos alrededor de lo que fueron cuatro fincas, veinte salas, y lo que mis piernas sienten como quinientas escaleras, hasta llegar al taller de grabado, donde al fin puedo ver “El anhelo del alma”. Se aprecian figuras humanas intentando caminar, con pesadez y rigurosidad. Según me comentaría la viuda del maestro, ese era “el anhelo del alma”: seguir viviendo, ese era el anhelo de Rafael Zepeda.
Tras mi visita al museo comienzo a saber por qué es Zepeda “el chingón de chingones”. Su arte, sin ser entendido, tiene algo que transmite. “A mí me costó mucho entenderlo”, comenta la señora Socorro Arellano, viuda de Zepeda, y yo lo compruebo.
Pero la que considero su obra más grande, el centro de gráfica “El Obraje”, al día de hoy se encuentra en un casi abandono. Entrar ahí es triste, pero es aun más deprimente ver que la galería está cerrada, saber que sólo hay un maestro produciendo obra artística en el lugar, que en ocasiones no hay ahí nadie produciendo. Para Alondra Alonso Álvarez es cómodo trabajar así, sin tener que esperar turno para esperar la piedra litográfica, pero al mismo tiempo le es triste saber que lo que un día hicieron Bajonero y Zepeda está solo, casi abandonado.
Mientras se inauguran espacios más grandes y muy caros, se han descuidado lugares como éste. El Museo-Espacio del MECA fue inaugurado el 29 de enero con la presencia de políticos y artistas de todos los niveles y con música de fondo por la Orquesta Sinfónica de Aguascalientes. Aunque no sé si se pueda considerar inauguración, si ya había sido usado: la “primera dama”, la doctora Blanca Rivera Río, presentó su quinto informe de actividades el 14 de enero en el Museo-Espacio. Y a pesar de ser un gran espacio cultural, que albergará al Taller Nacional de Grabado, deseo de Zepeda, su familia no fue invitada a ninguno de estos actos, quedando, igual que “El Obraje”, en abandono y olvido.
Aun no es inaugurado el Taller Nacional de Grabado, pero los talleres y cursos del Museo Posada y de “El Obraje” ya fueron cerrados, desde hace un año. El Taller Nacional de Grabado no debe se una oportunidad para cerrar y olvidar legados como el Museo Posada o “El Obraje”, y mucho menos para centralizar las artes visuales en un sólo sitio, al contrario, debe ser un espacio que abra las puertas, cree más oportunidades y se acerque a la gente. El legado de “el chingón de chingones” sebe seguir vivo, debe ser recordado. Debe dar muestra de lo chingón que fue el maestro Rafael Zepeda.
(LUIS MANUEL QUINTANA / TALLER DE PERIODISMO CULTURAL)